• Recuerdos del futuro: Seguid alocados.

    jueves, octubre 06, 2011

     

    Seguid alocados.

    "Me siento honrado de estar con vosotros hoy en esta
    ceremonia de graduación en una de las mejores universidades
    del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más
    cerca que he estado de una graduación universitaria.
    Hoy deseo contaros tres historias de mi vida. No es gran
    cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar
    puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí
    yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de
    abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de
    que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante
    de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella
    creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes
    graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que
    apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa;
    salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en
    realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que
    estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio
    de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo
    quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".
    Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se
    había graduado en la universidad y que mi padre tampoco
    tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de
    adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más
    tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A
    los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una
    casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis
    padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis
    meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de
    su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi
    vida y tampoco sabia si la universidad me ayudaría a
    deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis
    padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidi
    retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese
    momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de
    las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las
    clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a
    asistir irregularmente a las que sí consideraba
    interesantes.
    No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el
    suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de
    Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida
    y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los
    domingos de noche, para conseguir una buena comida a la
    semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría
    de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e
    intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por
    ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor
    instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas
    las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente
    escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había
    abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases
    normales, decidí tomar una clase de caligrafía para
    aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la
    variación en el espacio entre las distintas combinaciones de
    letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es.
    Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que
    la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
    A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi
    vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primero
    ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo
    diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella
    tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en
    la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples
    tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como
    Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún
    PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría
    asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores
    personales carecerían de la maravillosa tipografía que
    llevan. Por supuesto era imposible conectar los puntos
    mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin
    embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez
    años después.
    Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el
    futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por
    lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna
    manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar
    en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y
    es la que ha marcado la diferencia en mi vida.
    La segunda historia es sobre amor y pérdida. Fui afortunado,
    porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz
    y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando
    tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había
    crecido a partir de nosotros dos en un garaje,
    transformándose en una compañía de dos mil millones con más
    de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más
    grandiosa creación -el Macintosh- un año antes y yo recién
    había cumplido los 30.
    Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una
    compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de Apple
    contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para
    dirigir la compañía conmigo. Los primeros años las cosas
    marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro
    empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un encontronazo.
    Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él. De ese modo a
    los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera.
    Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda
    mi vida adulta. Fue devastador. Por unos cuantos meses,
    realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a
    la generación anterior de empresarios, que había dejado caer
    el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con
    David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo
    echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto
    fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle [del
    silicio, California]. No obstante, lentamente comencé a
    entender algo. Todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido
    con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido
    rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.
    En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple
    fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de tener
    exito fue reemplazada por la iluminación de ser un
    principiante otra vez. Me liberó y entré en una de las
    etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes
    cinco años, fundé una compañia llamada NeXT, otra empresa
    llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se
    convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera
    película en el mundo animada por ordenador, Toy Story, y
    ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel
    mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró
    NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en
    NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
    Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy
    seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen
    despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que
    el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea
    con un ladrillo en la cabeza. No perdáis la fe. Estoy
    convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo
    amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso
    es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo
    llenará gran parte de vuestras vidas y la única manera de
    sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creéis
    que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran
    trabajo es amar lo que se hace. Si todavía no lo habéis
    encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que
    con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis
    encontrado. Y al igual que cualquier relación importante,
    mejora con el paso de los años. Así que seguid buscando. Y
    no os paréis.
    La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años
    leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día
    como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas
    lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33 años, me
    miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy
    fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy
    a punto de hacer?" Y cada vez que la respuesta ha sido "no"
    varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
    Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más
    importante que he encontrado para tomar las grandes
    decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas
    externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al
    fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte,
    quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar
    que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar
    la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás
    desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
    Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un
    escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un
    tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los
    doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo
    de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no
    superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa
    y arreglar mis asuntos, que es el código médico para
    prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos
    todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en
    unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté
    finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu
    familia. Significa despedirte.
    Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me
    hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por
    mi garganta, a través del estómago y mis intestinos,
    pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas
    células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba
    allí, me contó que cuando examinaron las células en el
    microscopio, los doctores empezaron a llorar porque
    descubrieron que era una forma muy rara de cáncer
    pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy
    bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que
    sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.
    Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco
    más de certeza que cuando la muerte era puramente un
    concepto intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente
    que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La
    muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha
    escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy
    probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente
    de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo.
    Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy
    lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser
    tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite,
    así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No
    os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados
    del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido
    de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más
    importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón
    e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que
    realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
    Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada
    The Whole Earth Catalog, una de las biblias de mi
    generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no
    muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un toque
    poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores
    personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se
    editaba usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras
    Polaroid. Era como Google en tapas de cartulina, 35 años
    antes de que apareciera Google. Era idealista y rebosante de
    hermosas herramientas y grandes conceptos. Steward y su
    equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth
    Catalog y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron
    la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía
    vuestra edad. En la contraportada de la última edición,
    había una fotografía de una carretera en medio del campo a
    primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais
    haciendo dedo si fuérais así de aventureros. El pie de foto
    decía: "Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje
    de despedida. Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando
    estáis a punto de graduaros para empezar de nuevo, es lo que
    os deseo. Seguid hambrientos. Seguid alocados".
    Gracias"

    Steve Jobs. In Memoriam

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