jueves, octubre 06, 2011
Seguid alocados.
"Me siento honrado de estar con vosotros hoy en esta
ceremonia de graduación en una de las mejores universidades
del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más
cerca que he estado de una graduación universitaria.
Hoy deseo contaros tres historias de mi vida. No es gran
cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar
puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí
yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de
abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de
que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante
de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella
creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes
graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que
apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa;
salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en
realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que
estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio
de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo
quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".
Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se
había graduado en la universidad y que mi padre tampoco
tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de
adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más
tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A
los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una
casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis
padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis
meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de
su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi
vida y tampoco sabia si la universidad me ayudaría a
deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis
padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidi
retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese
momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de
las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las
clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a
asistir irregularmente a las que sí consideraba
interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el
suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de
Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida
y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los
domingos de noche, para conseguir una buena comida a la
semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría
de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e
intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por
ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor
instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas
las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente
escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había
abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases
normales, decidí tomar una clase de caligrafía para
aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la
variación en el espacio entre las distintas combinaciones de
letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es.
Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que
la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi
vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primero
ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo
diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella
tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en
la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples
tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como
Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún
PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría
asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores
personales carecerían de la maravillosa tipografía que
llevan. Por supuesto era imposible conectar los puntos
mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin
embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez
años después.
Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el
futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por
lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna
manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar
en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y
es la que ha marcado la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida. Fui afortunado,
porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz
y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando
tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había
crecido a partir de nosotros dos en un garaje,
transformándose en una compañía de dos mil millones con más
de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más
grandiosa creación -el Macintosh- un año antes y yo recién
había cumplido los 30.
Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una
compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de Apple
contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para
dirigir la compañía conmigo. Los primeros años las cosas
marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro
empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un encontronazo.
Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él. De ese modo a
los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera.
Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda
mi vida adulta. Fue devastador. Por unos cuantos meses,
realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a
la generación anterior de empresarios, que había dejado caer
el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con
David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo
echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto
fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle [del
silicio, California]. No obstante, lentamente comencé a
entender algo. Todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido
con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido
rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple
fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de tener
exito fue reemplazada por la iluminación de ser un
principiante otra vez. Me liberó y entré en una de las
etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes
cinco años, fundé una compañia llamada NeXT, otra empresa
llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se
convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera
película en el mundo animada por ordenador, Toy Story, y
ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel
mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró
NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en
NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy
seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen
despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que
el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea
con un ladrillo en la cabeza. No perdáis la fe. Estoy
convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo
amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso
es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo
llenará gran parte de vuestras vidas y la única manera de
sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creéis
que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran
trabajo es amar lo que se hace. Si todavía no lo habéis
encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que
con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis
encontrado. Y al igual que cualquier relación importante,
mejora con el paso de los años. Así que seguid buscando. Y
no os paréis.
La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años
leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día
como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas
lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33 años, me
miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy
fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy
a punto de hacer?" Y cada vez que la respuesta ha sido "no"
varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más
importante que he encontrado para tomar las grandes
decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas
externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al
fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte,
quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar
que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar
la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás
desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un
escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un
tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los
doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo
de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no
superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa
y arreglar mis asuntos, que es el código médico para
prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos
todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en
unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté
finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu
familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me
hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por
mi garganta, a través del estómago y mis intestinos,
pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas
células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba
allí, me contó que cuando examinaron las células en el
microscopio, los doctores empezaron a llorar porque
descubrieron que era una forma muy rara de cáncer
pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy
bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que
sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.
Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco
más de certeza que cuando la muerte era puramente un
concepto intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente
que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La
muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha
escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy
probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente
de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo.
Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy
lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser
tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite,
así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No
os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados
del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido
de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más
importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón
e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que
realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada
The Whole Earth Catalog, una de las biblias de mi
generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no
muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un toque
poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores
personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se
editaba usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras
Polaroid. Era como Google en tapas de cartulina, 35 años
antes de que apareciera Google. Era idealista y rebosante de
hermosas herramientas y grandes conceptos. Steward y su
equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth
Catalog y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron
la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía
vuestra edad. En la contraportada de la última edición,
había una fotografía de una carretera en medio del campo a
primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais
haciendo dedo si fuérais así de aventureros. El pie de foto
decía: "Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje
de despedida. Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando
estáis a punto de graduaros para empezar de nuevo, es lo que
os deseo. Seguid hambrientos. Seguid alocados".
Gracias"
Steve Jobs. In Memoriam
ceremonia de graduación en una de las mejores universidades
del mundo. Yo nunca me licencié. La verdad, esto es lo más
cerca que he estado de una graduación universitaria.
Hoy deseo contaros tres historias de mi vida. No es gran
cosa. Sólo tres historias. La primera trata de conectar
puntos. Me retiré del Reed College a los seis meses y seguí
yendo de modo intermitente otros 18 meses más antes de
abandonar los estudios. ¿Por qué lo dejé? Comenzó antes de
que yo naciera. Mi madre biológica era una joven estudiante
de universidad, soltera, que decidió darme en adopción. Ella
creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes
graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que
apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa;
salvo que cuando nací decidieron en el último minuto que en
realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres, que
estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio
de la noche preguntándoles: "Tenemos un niño no deseado; ¿lo
quieren?". Ellos contestaron: "Por supuesto".
Cuando mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se
había graduado en la universidad y que mi padre tampoco
tenía el graduado escolar se negó a firmar los papeles de
adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más
tarde cuando mis padres le prometieron que algún día iría. A
los 17 años fui a la universidad. Ingenuamente elegí una
casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis
padres, de clase obrera, se fueron en la matrícula. Seis
meses después yo no había sido capaz de apreciar el valor de
su esfuerzo. No tenía idea de lo que quería hacer con mi
vida y tampoco sabia si la universidad me ayudaría a
deducirlo. Y ahí estaba yo, gastando todo el dinero que mis
padres habían ahorrado durante toda su vida. Decidi
retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. En ese
momento fue aterrador, pero mirando hacia atrás es una de
las mejores decisiones que he tomado. Prescindí de las
clases obligatorias, que no me interesaban, y comencé a
asistir irregularmente a las que sí consideraba
interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el
suelo de las habitaciones de amigos, llevaba botellas de
Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida
y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los
domingos de noche, para conseguir una buena comida a la
semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayoría
de cosas con las que tropecé, siguiendo mi curiosidad e
intuición, resultaron ser posteriormente inestimables. Por
ejemplo, en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor
instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas
las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente
escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Como había
abandonado el curso y no tenía que asistir a las clases
normales, decidí tomar una clase de caligrafía para
aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la
variación en el espacio entre las distintas combinaciones de
letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es.
Era artísticamente hermoso, histórico, de una manera en que
la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
A priori, nada de esto tenía una aplicación práctica en mi
vida. Diez años después, cuando estaba diseñando el primero
ordenador Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo
diseñamos en el Mac. Fue el primer ordenador con una bella
tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en
la universidad, el Mac nunca habría tenido múltiples
tipografías o fuentes proporcionalmente espaciadas. Y como
Windows no hizo más que copiar a Mac, es probable que ningún
PC la tuviese. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría
asistido a esa clase de caligrafía, y los ordenadores
personales carecerían de la maravillosa tipografía que
llevan. Por supuesto era imposible conectar los puntos
mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin
embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez
años después.
Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el
futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por
lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna
manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar
en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y
es la que ha marcado la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida. Fui afortunado,
porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz
y yo comenzamos Apple en el garaje de mis padres cuando
tenía 20 años. Trabajamos duro y en 10 años Apple había
crecido a partir de nosotros dos en un garaje,
transformándose en una compañía de dos mil millones con más
de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más
grandiosa creación -el Macintosh- un año antes y yo recién
había cumplido los 30.
Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una
compañía que fundaste? Bien, debido al crecimiento de Apple
contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para
dirigir la compañía conmigo. Los primeros años las cosas
marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro
empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un encontronazo.
Cuando ocurrió, la Dirección lo respaldó a él. De ese modo a
los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera.
Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda
mi vida adulta. Fue devastador. Por unos cuantos meses,
realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a
la generación anterior de empresarios, que había dejado caer
el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con
David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo
echado todo a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto
fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle [del
silicio, California]. No obstante, lentamente comencé a
entender algo. Todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido
con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido
rechazado, pero seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple
fue lo mejor que podía haberme pasado. La pesadez de tener
exito fue reemplazada por la iluminación de ser un
principiante otra vez. Me liberó y entré en una de las
etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes
cinco años, fundé una compañia llamada NeXT, otra empresa
llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se
convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera
película en el mundo animada por ordenador, Toy Story, y
ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel
mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró
NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en
NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy
seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen
despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que
el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea
con un ladrillo en la cabeza. No perdáis la fe. Estoy
convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo
amaba lo que hacía. Tenéis que encontrar lo que amáis. Y eso
es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo
llenará gran parte de vuestras vidas y la única manera de
sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creéis
que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran
trabajo es amar lo que se hace. Si todavía no lo habéis
encontrado, seguid buscando. No os detengáis. Al igual que
con los asuntos del corazón, sabréis cuando lo habéis
encontrado. Y al igual que cualquier relación importante,
mejora con el paso de los años. Así que seguid buscando. Y
no os paréis.
La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía 17 años
leí una cita que decía algo parecido a "Si vives cada día
como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas
lo correcto". Me impresionó y en los últimos 33 años, me
miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: "Si hoy
fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy
a punto de hacer?" Y cada vez que la respuesta ha sido "no"
varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más
importante que he encontrado para tomar las grandes
decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas
externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al
fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte,
quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar
que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar
la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás
desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un
escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un
tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los
doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo
de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no
superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa
y arreglar mis asuntos, que es el código médico para
prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos
todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en
unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté
finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu
familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me
hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por
mi garganta, a través del estómago y mis intestinos,
pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas
células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba
allí, me contó que cuando examinaron las células en el
microscopio, los doctores empezaron a llorar porque
descubrieron que era una forma muy rara de cáncer
pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy
bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que
sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.
Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco
más de certeza que cuando la muerte era puramente un
concepto intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente
que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La
muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha
escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy
probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente
de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo.
Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy
lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser
tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite,
así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No
os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados
del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido
de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más
importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón
e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que
realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada
The Whole Earth Catalog, una de las biblias de mi
generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand no
muy lejos de aquí, en Menlo Park, y la creó con un toque
poético. Fue a finales de los 60, antes de los ordenadores
personales y de la edición mediante microcomputadoras. Se
editaba usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras
Polaroid. Era como Google en tapas de cartulina, 35 años
antes de que apareciera Google. Era idealista y rebosante de
hermosas herramientas y grandes conceptos. Steward y su
equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth
Catalog y luego, cuando seguía su curso normal, publicaron
la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo tenía
vuestra edad. En la contraportada de la última edición,
había una fotografía de una carretera en medio del campo a
primera hora de la mañana, similar a una en la que estaríais
haciendo dedo si fuérais así de aventureros. El pie de foto
decía: "Seguid hambrientos. Seguid alocados". Fue su mensaje
de despedida. Siempre lo he deseado para mí. Y ahora, cuando
estáis a punto de graduaros para empezar de nuevo, es lo que
os deseo. Seguid hambrientos. Seguid alocados".
Gracias"
Steve Jobs. In Memoriam